lunes, 17 de diciembre de 2007

PALMERAS, JARDIN BOTÁNICO


Las palmeras forman una gran familia de plantas con más de 3.000 especies, ordenadas en unos 150 géneros. La mayoría son naturales de los territorios tropicales y subtropicales del mundo, donde pueden vivir en cualquier ambiente, desde los bosques pluviales hiperhúmedos a los desiertos, y desde los manglares encharcados a los matorrales de alta montaña, aunque la mayor diversidad se concentra en las zonas tropicales húmedas de Asia y América.
La mayoría son árboles de tronco esbelto, cilíndrico y sencillo, raramente ramificado, coronado por una roseta de grandes hojas palmeadas o pinnadas, de ordinario, largamente pecioladas. Las flores, generalmente unisexuales y muy pequeñas, se ordenan en una gran inflorescencia lateral, muy ramificada y rodeada de una gruesa espata más o menos leñosa. Los frutos son drupas (dátiles) o bayas (cocos).


En las tierras templadas de Europa se cultivan muchas especies, pero sólo tres son naturales. Una, el palmito (Chamaerops humilis), es característica del Mediterráneo occidental, vive en el sur de Francia y, por el litoral mediterráneo de la Península Ibérica, alcanza el norte de África; otra, la palmera de Teofrasto (Phoenix theophrastii), es propia del Mediterráneo oriental (Creta y Grecia) y está emparentada con la palmera datilera (Phoenix dactylifera); y la tercera, la palmera canaria (Phoenix canariensis), es endémica de las Islas Canarias.
La palmera datilera ha sido cultivada desde antiguo en la zonas cálidas del sur de la región mediterránea. De ella se aprovechan los dátiles, que forman parte de la dieta del hombre y de sus animales domésticos, las palmas, que sirven de techo en las casas, de lecho en los establos y con las que se fabrican distintos utensilios domésticos, y el tronco, útil para construir cabañas y para alimentar el fuego del hogar.

Pero otras muchas palmeras nos proporcionan productos que podemos encontrar a nuestro alrededor. Los cocos, que podemos adquirir en cualquier mercado, proceden del cocotero (Cocos nucifera), el aceite de palma, con el que se elaboran muchos productos de bollería, se extrae de las semillas de la palma del aceite (Elaeis guineensis), la rafia es una fibra textil que se obtiene de las hojas de palmera de la rafia (Raphia farinifera), la miel de palma es una sustancia azucarada obtenida a partir de la savia de la palmera canaria.
Otros productos como vino, almidón, cera, marfil vegetal o especias también son beneficiados de algunas palmeras. Por último, hay que destacar su uso ornamental, las kentias (Howea forsteriana), arecas (Areca catechu o Dypsis lutescens), datileras, canarias, palmitos y palmitos elevados (Trachycarpus fortunei) son palmeras cada vez más frecuentes en nuestros jardines o en el interior de nuestras casas.


En el Jardín Botánico existe una magnífica colección de palmeras al aire libre iniciada a mediados del siglo XIX que, sin duda, es una de las mejores y más interesantes de Europa. Está dispersa por todo el Jardín por lo que es necesario pasearlo tranquilamente para poderla apreciar en toda su extensión.
Los ejemplares más antiguos se encuentran en el cuadro 2 de la Escuela Botánica, a lo largo de los dos ejes principales del Jardín y alrededor de la balsa. Muchos tienen un tamaño considerable y son llamativos los gruesos troncos lisos como columnas del mármol de Sabal domingensis, de la isla de Santo Domingo, los numerosos tallos delgados de Phoenix reclinata, del Senegal, las raíces sobresalientes de la palmera datilera, de África, los dátiles rojos de Phoenix sylvestris, de la India, la densidad de las hojas de la palmera canaria, de las Islas Canarias, los dátiles comestibles de Brahea edulis, de California, las palmas azules y la impresionante floración de Brahea armata, de Méjico, la altura y delgadez del tronco de Washingtonia robusta, también de Méjico, las hojas brillantes y con forma de abanico de Livistona chinensis y L. australis, de Australia, o los delgados troncos cubiertos de fibras del palmito elevado, del Himalaya.
Aunque, sin duda, el ejemplar más característico es la carcasa, una palmera datilera macho con más de 35 brazos y que recibe este nombre porque la disposición de sus tallos y palmas recuerda la explosión de una carcasa de fuegos artificiales.Pero la colección no se acaba en los grandes ejemplares casi dos veces centenarios.
Valencia tiene un clima suave ideal para el cultivo de palmeras subtropicales y por ello desde 1990 se ha hecho un esfuerzo especial por ensayar nuevas especies en el Jardín. En estos momentos se cultivan más de 150 especies diferentes, algunas de gran rareza como Brahea dulcis, Acrocomia totai, Copernicia alba, Roystonea regia, Acoelorraphe wrightii o Trithrinax campestris, de Sudamérica, Ravenea rivularis o Dypsis lutescens, de Madagascar, Arenga engleri, Rhapis multifida o Rh. excelsa, de China y Japón, Howea forsteriana, Howea belmoreana, Archontophoenix alexandrae y A. cunninghamiana, de Australia.
El invernadero de la balsa, vacío hasta la restauración de 1990, se acondicionó para dar abrigo a las palmeras sensibles al frío. En él sigue la colección y pueden encontrarse especies procedentes de todas las áreas tropicales del mundo.
Frente a la puerta de entrada, en el centro del invernadero, hay una Licuala grandis, una Hyophorbe lagenicaulis y una H. verschaffeltii, en el lado izquierdo hay algunos ejemplares de Areca catechu, Elaeis guineensis, Veitchia merrillii, Caryota mitis, Cocos nucifera y Livistona saribus, y en el derecho pueden verse Latania lontaroides, Bismarckia nobilis, Ravenea rivularis, Dypsis lutescens, Thrinax floridana y Thrinax crinita, entre otras.





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