En las regiones más áridas de la tierra, donde la precipitación anual es inferior a 100 l/m2 y donde la lluvia puede no caer durante varios años seguidos, y cuando lo hace es de forma torrencial, viven unas plantas especialmente adaptadas a estas condiciones extremas de aridez y lluvia ocasional, son las plantas crasas o suculentas.
La suculencia les viene del desarrollo de unos tejidos internos (parénquima acuífero) donde acumulan agua tras las cortas e intensas lluvias ocasionales, para aprovecharla luego durante la larga estación seca. Para reducir al mínimo la pérdida de agua por transpiración las plantas crasas han reducido la superficie de las hojas, que pueden llegar a desaparecer, y han desarrollado una gruesa epidermis cubierta de ceras impermeables que recubre toda la planta.
En el extremo nororiental del Jardín y aprovechando una de las escasas zonas libre de arbolado e intensamente soleada durante todo el año, se creó a finales de los sesenta un jardín de plantas suculentas siguiendo los planteamiento paisajísticos de Juan Pañella, reconocido jardinero catalán. El jardín ocupa una superficie de unos 1.200 m2, se encuentra por debajo del nivel de los pasillos circundantes, presenta un relieve variado y la superficie está cubierta con picón volcánico.
Durante la restauración de 1990 se conservó la ubicación de la colección, aunque se modificó la disposición de las plantas para darle un criterio biogeográfico a la ordenación. Las plantas proceden de los desiertos cálidos y secos de América y África y, aunque pertenecen a grupos botánicos muy diferentes, la presión del ambiente ha hecho que desarrollen adaptaciones semejantes, mostrando un interesante fenómeno de convergencia adaptativa.
Las plantas africanas, incluidas las de las Islas Canarias, ocupan la mitad sur, entre ellas destacan las especies del género Aloe, con las hojas sentadas, estrechas, suculentas, bordeadas de dientes no espinosos, que forman una roseta de la que sale, en invierno, una espectacular inflorescencia de llamativos colores, con flores tubulares amarillas o anaranjadas.
De algunas de ellas, especialmente de Aloe vera, se obtienen sustancias de uso medicinal y cosmético. También son interesantes las especies arborescentes de Euphorbia, con sus tallos sin hojas, con frecuencia espinosos que segregan látex irritante al ser heridos, y sus flores discretas, al final de los tallos. Pese a su aspecto tan diferente están muy relacionados con las lechetreznas de nuestros campos. Las aizoáceas, crasuláceas y algunas compuestas suculentas completan la colección de las plantas propias de los desiertos sudafricanos.



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